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Cuando Jesús lo vio allí acostado, y se enteró de cuánto tiempo había estado enfermo, le preguntó:

—¿Quieres que Dios te sane?

El enfermo contestó:

—Señor, no tengo a nadie que me meta en la piscina cuando el agua se mueve. Cada vez que trato de meterme, alguien lo hace primero.

Jesús le dijo:

—Levántate, alza tu camilla y camina.

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